viernes, 20 de mayo de 2011

CUENTOS, MITOS Y LEYENDAS

EL CRISTO DE MARCABALITO
Este relato no debería estar entre estos cuentos, pues geográficamente Marcabalito no pertenece a Cajabamba, sino a la provincia José Faustino Sánchez Carrión; pero para las celebraciones religiosas de esta imagen de ese distrito, casi todo el pueblo de Cajabamba se vuelca en fervor y fe hacia la sagrada imagen de dicho lugar, distancia a solo dos horas a pie.
El tiempo exacto de cuando sucedieron estos hechos no se sabe a ciencia cierta, pero debe haber sido a mediados o fines del siglo pasado.
Dice la leyenda que una pastorcita habitante del pequeño grupo de casuchas dispersas del lugar llamado Marcabalito, pasteaba como siempre, por cierto lugar cercano del caserío. Un día mientras las ovejas y cabras comían libremente los pastos y las zarzas del lugar, ella recostada bajo la sombra de un imponente árbol de cedro dormitaba o daba rienda suelta a su imaginación; el hecho es que de pronto empezó a gotear un líquido rojo de aquel inmenso árbol. En un principio pensó que tal vez serían gotas de lluvia, más al ver el líquido rojo se alarmo sobre manera y pensando que el árbol llora sangre, corrió a su casa a dar  la noticia. Muy pronto cundió la alarma y todos los pobladores, hombres, mujeres y niños corrieron al lugar alarmados y asustados, comprobaban que era verdad, gruesas gotas de una roja savia caían del árbol cada vez que la pastorcita se acercaba. 
¡El árbol llora sangre!, ¡llora sangre! exclamaban los asustados campesinos al ver tan rarísimo fenómeno; otros, no se cansaban de repetir: ¡Milagro! ¡Milagro!.
La noticia se difundió por lugares bastante lejanos, y muchos eran los curiosos que llegaban a presenciar el hecho, pero el árbol solo respondía cuando la pastorcita se encontraba presente.
Un día domingo, poco después del descubrimiento de este fenómeno se presentò un hombre desconocido un tanto misterioso; pero que les inspiraba respeto y cierta confianza. Al principio  pensaron que seria uno de los tantos que concurrían. Este hombre tenìa algo raro que los campesino no podían descubrir porque se diferenciaba de  los demás.
Luego que el personaje desconocido les dijo que la sangre que goteaba del árbol era la divina sangre de Cristo y que era un  pedido divino para que le hagan una imagen y para que se conviertan y arrepientan de sus pecados. Los campesinos más asustados aùn, preguntaron que es lo que tenían que hacer, y el hombre les dijo que cortaran el árbol y lo trasladaran a Marcabalito  y que el mismo iba a realizar la obra escultórica por fe y devoción, pues no iba a cobrar nada.
Al día siguiente, muy temprano, los rudos brazos de manos encallecidos de los campesinos, derribaron el árbol divino y luego de dividirlo en tres partes, con la ayuda de una yunta de bueyes procedieron a transportarlo; mas al llegar al cruce de Marcabalito, Huamachuco, cosa que les fue imposible pues nadie, ni aún los bueyes, pudieron mover los troncos que inexplicablemente le habían vuelto pesadísimo. Después de tanto esfuerzo por mover los troncos, cansados y extrañados por lo ocurrido decidieron seguir por le camino a Marcabalito, volviendo la carga nuevamente a su peso normal.
Antes de llegar al caserío de dispersas y pobres casuchas encontraron una choza vacía, pero en buen estado, y allí estaba esperando el extraño personaje, quien les dijo que colocasen los troncos dentro de la cabaña. Los campesinos obedecieron y asombrados vieron como al entrar con los troncos, estos se tronaron extrañamente livianos.
Dentro de la choza no había absolutamente nada, ni banco de carpintería, ni herramienta de ninguna clase; el forastero no pidió nada y solo les dijo que si todo sale bien y no hay contratiempos entregaría la obra en dos semanas, luego, les recomendó mucho que por ningún motivo lo debieran molestar. Cuando los campesinos le preguntaron si bajaría al caserío a comer, el les contestò que le hagan el favor de colocar la comida en el saliente de la ventana que había en choza, pero que no tratasen de comunicarse con él.
Paso el tiempo y todos los días se turnaban las familias para dejar los alimentos al escultor.
Para los marcabalinos todo lo que estaba pasando les parecía extraño; escucharon el golpe de la suela, el martillo y el formón moldeando la madera, pero aquel hombre cuando se encerró no tenia ninguna herramienta, nunca se dejaba ver y además apenas tocaba la comida que le ponían en la ventana.
Todo esto colmo la paciencia de los campesinos y pensando que forastero los engañaba o se estaba burlando de ellos, furiosos fueron a la choza  a ver que pasaba; tocaron y llamaron a la puerta muy impacientemente, pero nada se escuchaba. Empujaron la puerta  insultando y lanzando grandes improperios en contra del hombre que, pensaba, se escondía y se hacia el sordo.
 “Derribemos la puerta”, dijeron, y llevando un pedazo de tronco arremetieron contra la puerta, luego contra la pared de quincha; pero nada sucedía, más bien, parecía que golpeaba contra la pared  de una fortaleza de piedra. Fueron por la pequeña abertura o ventana por donde colocaban los alimentos y vieron que estaban intactos; entonces le dio remordimiento por su falta y paciencia y se marcharon cada quien a su casa, cabizbajos y pensativos.
No pasó mucho tiempo después de este incidente que, un domingo, la misma pastora que descubrió el árbol, volvió con la noticia de que la puerta de la choza estaba abierta y que una luz enceguedora salía de adentro.
Corrieron los campesinos hacia la choza llenos de curiosidad y al entrar poco a poco y temerosos de la intensa luz que había en el lugar, asombrados y estupefactos contemplaron la imagen de Cristo crucificado.
Al extraño hombre que esculpió la imagen, nadie lo volvió a ver desde que entró a la choza a realizar su trabajo.
Tiempo después se propagó la devoción por el Cristo de Marcabalito y en el lugar de la choza se construyó la iglesia y el pueblo actual.
Existe también otra versión de la aparición de al imagen de este Cristo, la cual prácticamente es la misma que la primera, con la única diferencia que quien descubrió el árbol no fue una niña, sino un viejo leñador al ir a cortar un añoso árbol en el cerro Llaigán y al dar los primeros hachazos para derribar el árbol, este manchó de sangre a la filuda hoja del hacha, el hombre lleno de miedo y de confusión, dejó de cortarlo; pero al extenderse la noticia de tan extraño hecho, casi todos los vivientes del lugar llenos de curiosidad fueron a verlo y pensando que era un milagro y que de tal árbol debería de hacerse una imagen del Señor crucificado, decidieron cortarlo y  llevarlo al pueblo; y así sucedía lo que ya se mencionó anteriormente.
Las celebraciones religiosas de este Señor de la Misericordia, como también se le llama, se realizan en el mes de octubre, donde acuden muchos peregrinos de diferentes lugares del país, en especial de Cajabamba, Huamachuco y alrededores, quienes van en carro o a pie llevando sus penas, problemas, pedidos y esperanzas, las cuales casi siempre se realizan dependiendo de la fe del devoto por eso los milagros de oro y plata llenan cuartos enteros.



EL TESORO DE PIEDRA CRUZ

Corría el año de 1822 y Cajabamba, población que contaba con muchos españoles, empezó a sentir el malestar de las guerras y revoluciones que se aproximaban presagiando la independencia del yugo español.
Bolívar todavía no había pasado por estas tierras, pero muchos indios y esclavos se escapaban y otros se revelaban contra sus amos y señores. Hacendados, mineros y negociantes vivían en completa zozobra por la situación de guerra que veían aproximarse con la amenaza de perder sus propiedades y negocios.
Don Sebastián Alarcón (nombre supuesto), era uno de los españoles que vivía con mucha tranquilidad. Había venido al Perú desde muy joven y había hecho una inmensa fortuna explotando una mina de oro que posiblemente quede en un lugar llamado Opagoto (Nor–Este de Cajabamba).Su fortuna estaba hecha, pero para mala suerte de este caballero, la revolución de la independencia había estallado. Los indios que trabajaban con el habían escapado y, don Sebastián temía por su vida y su fortuna; así que antes de que llegue el rebelde de Bolívar y se beneficie con su enorme tesoro, llevo sus codiciados lingotes de oro en un lugar que en aquella época se llamaba “Piedra Cruz”, por haber en este cerro una enorme piedra en la cual aparecía una especie de cruz natural por las caprichosas formaciones  de la naturaleza; luego de enterrar su preciado tesoro, levanto un croquis del lugar, pensando regresar a sacarlo tan pronto las guerrillas termine.
Don Sebastián Alarcón no regreso jamás de su patria como había pensado, mas dejo encomendado a sus hijos y nietos que hicieron lo posible por volver al Perú  y recuperar el tesoro pero éstos tampoco pudieron regresar.
Después de 150 años, aproximadamente, uno de los descendientes de San Sebastián llego por esta provincia con la esperanza de tal vez encontrar el lugar donde su bisabuelo enterró el fabuloso tesoro. Este personaje era nada menos que Doña María Jesús Hurtado, enfermera de profesión y bisnieta de don Sebastián,  y que por razones laborales llego como directora del pobre y viejo hospital del pueblo, y conocedora de la historia de su bisabuelo, no se cansaba de preguntar a toda cuanta persona del campo  creía que le pudiera dar información de donde quedaba Piedra Cruz; pero aquel nombre ya había sido olvidado y nadie le dio razón del lugar, hasta que fue un tanto desilusionada. 
El autor, después de algunas caminatas e indagaciones, llegó al lugar, una ladera de enormes piedras y caprichosas formas pero, ¿Qué hacer sin el croquis ni el equipo adecuado?





EL TESORO DEL  INCA

De aquí a dos horas más llegaremos a nuestro destino – dijo el jefe de los aborígenes incas llamado Llampucimi, mientras descansaban de un largo y tedioso día de camino.
-  Ojala así sea – respondió uno de ellos llamado Apucachay.
-  Estamos retrasados más de 6 días – comento uno mas llamado Huacacolqui.
-  Si, contesto Llampucimi; pero no es nuestra culpa, los ríos no nos dejan pasar, y si nos arriesgamos correríamos el riesgo de perder el cargamento.
-  Duerman, duerman ordeno el jefe indio, ojala mañana lleguemos hasta Pomarongo.
-  ¿Qué será de mi señor? Musito el más joven de los indios de nombre Huaynacari ¡Que humillación! ¡Nuestro señor encerrado!
-  Será la voluntad de Wiracocha, dijo Llampucimi.
 Al oír este nombre todos los indios que estaban acostados y sentados, inmediatamente se pusieron de rodillas, con la cara inclinada al suelo, durante medio minuto aproximadamente reino el silencio, luego volvieron a su posición normal. Wiracocha era el nombre mas sagrado del imperio y la sola mención de ello merecía respeto y adoración.
Al siguiente día por la tarde llegaron al punto antes previsto, Pomarongo, lugar donde cruzaban un puente natural de piedra para salvar una profundidad de mas de 60 metros, cerca de allí volvieron a acampar pesando que será la ultima noche que pasaban afuera de sus casa, al final llegarían con parte del tesoro que los españoles pedían para el rescate de Atahualpa.
 Cuando al amanecer emprendieron nuevamente el viaje hacia Cajamarca, recibieron la terrible noticia que su amo y  señor Atahualpa, había sido ejecutado en plena plaza de armas.
 Huaynacari cayó de rodillas, llorando y golpeando con las manos al suelo ¡Es nuestra culpa! Decía - ¡Es nuestra culpa1 ¡No llegamos a tiempo!
 ¡No! Es su culpa, nuestro amo y señor cumplió su promesa; llenó 2 cuartos de plata y uno de oro tal como había prometido.






EL MEJOR CAZADOR

Discutían en la tienda de don Edilberto Cárdenas  en la plaza de Cajabamba, connotados cazadores de la localidad, entre ellos los hermanos Iparraguirre, Augusto Paredes y Abelardo Rabines.  Elías Iparraguirre dijo haber cazado 96 palomas de tiro, debido a que tenía una escopeta calibre 12, la cual con mucha munición  poca pólvora, y abundante palomas, le permitían abastecer de carne de ave a su casa durante la época de cosechas, pues cada tiro no era menos de 30 palomas.
Augusto Paredes,  consideraba que un buen cazador era aquel que buscaba su presa y con conocimiento de sus hábitos, la seguía y luego le daba caza  con un certero balazo en el lugar correspondiente. Decía que había  visto   venados baleados que el había  cazado - cerca de 150 todos habían sido cazados de un solo balazo en la frente o en el codillo (corazón).
Alberto Rabines  dijo que para ser buen cazador  había que conocer la presa, tener afición, disponer de una buena arma y elementos de apoyo  como son los perros, el se había especializado en la caza de venados, pumas y osos .Cada mes aprendía la casería  de un puma o un oso según cual de esos animales le causaba  mayores daños a las vacas que criaba. Raras veces escapaban sus presas, debido a que tenia una decena de perros especialmente entrenados para seguir las huellas de pumas, venados y osos. En los pumas había cobrado 30 piezas – lo importante era seguirlo sin denotar la presencia, a veces días enteros, para que al momento que estaba al tiró dispararle certeramente, en especial que al oído para no deteriorar la piel. A los osos, había que ubicar su madrigueras; rodearles con los perros y dar un tiro preciso en el corazón o en la cabeza: de lo contrario, como es un animal fuerte tienen la suficiente resistencia para alcanzar al cazador, pues este animal tapa sus heridas con ramas que recoge y puede alcanzar al cazador que no es diestro y eliminarlo entre sus garras.
Hacia unos minutos que Cesar Barreno había oído las experiencias de los cazadores y los cazadores se dieron cuenta de su presencia, interrogándole, le dijeron si podía relatarles alguna aventura en cuanto a casería, pues era sabido que el era muy diestro en tantas cosas. Cesar comenzó diciendo que estaba de acuerdo con los principios que rigen el buen cazador diestro y una buena casería, estimaba que un cazador diestro era aquel podía, con el mínimo de elementos obtener el máximo resultado. Señalo que en una oportunidad hizo un viaje a Cajabamba a Marcamachay montado en su caballo moro, acompañado de su fiel perro Stalin y cargado de una carabina.
Al contornear el cerro Miraflores vio una gran manada de tarucas. Inmediatamente, pensó como aplicar sus principios de eficiencia, observo un desfiladero hacia su derecha y envió allí a su perro para que las atajase y ni fueran a carrera abierta en su caballo arreo las tarucas hacia el desfiladero; cuando estuvieron en hilera de uno, desmonto, apuntó al tobillo o ranilla de las patas de las tarucas, disparo con tanta precisión que la bala rozo las patas de 36 tarucas, las cuales saltaron al desfilado y murieron despeñadas. Es decir, dijo que utilizó 36 animales cazados de un tiro “Alguien entre los presentes ha logrado algo similar”.



EL DUENDE

Personas creyentes de narraciones fantásticas malignas y/o terroríficas siempre pensaron y sostuvieron que el “Duende” habito en los molinos hidráulicos. Su lugar preferente en las ruedas de madera, ubicada en la parte inferior, lo cual gritaba con la fuerza del agua que provee un canal de madera, para mover la pesada piedra que con su onomatopeya de tarac, tarac, de días enteros, con noches y madrugada convertía en harina el rico trigo para el pan de la cena familiar.
Al duende se lo describe como una mujer blanca, desnuda, cabellos largos desnudos rubios y ojos azules, se dice que era muy peligrosa. Si la madre que estaba lactando, llevaba a su menor al molino; y el niño veía al duende este  por la noche no podía dormir, lloraba inconsoladamente porque el espíritu de nuestros personajes de epígrafe es maligno: entonces la abuelita del menor o la madre del niño, tenia que rezar oraciones y trazarle en la frente del parvulito, una cruz con tizne de las ollas viejas de barro que obran en la cocina, con esto, el niño calmaba su llanto y la madre hacia conciencia que no debería llevar a su menor al molino. Las abuelitas de antaño alienaron las siguientes mentes de los niños y de muchas personas que narraban sus narraciones como expresiones verosímiles.
                             


LA VIUDA

Víctor Hernán no tenía hermanos. Desde que cumplió los 15 años se escapaba todas las noches de su casa para estar con sus amigos, beber y dar serenatas; pese a los consejos y represiones de sus padres de que salir todas las noches era peligroso, Víctor Hernán salió a recorrer la ciudad, esta vez solo y ya era casi de madrugada cuando al pasar por detrás de la iglesia y de la capilla de Lourdes, vio a una hermosa mujer sola, pensó que eran visiones, pues nadie así había llegado a Cajabamba, esta mujer con suave voz y dulce manera le dijo: Que se acercara, le daría consejos de cómo tratar a sus padres incomprensibles.
Víctor Hernán se fue acercando, vi su radiante belleza, pero observo los detalles resaltantes, dos anillos en su mano izquierda y uno chispeantes ante la impresión, sospecho algo malo y se acordó de los consejos de su madre persígnate cada vez de que el diablo se te presente, aún mas cuando se trasforme, en hermosa viuda entonces inconscientemente se santiguó.
Al momento todo volvió a nada, allí comprendió de la calle no se saca nada, regreso a su casa y pidió perdón  a sus padres.




EL GRINGO DE LA CONFIANZA

Un gringo cura, recién llegado al Perú, fue enviado a Cajabamba a realizarse labor pastoral, y una de las recomendaciones que le dieron sus superiores fue que cuando vaya al campo y le inviten a comer, que reciba y coma de todo; de lo contrario los campesinos se podrían ofender. Así `pues llegó el día que salió a una comunidad campesina, y después de la misa lo llevaron a una casa comer, lo primero que le dan un cuy entero.
Sírvase padrecito su cuycito.
Allí... La primera impresión del gringo fue de asco, parecía una gran rata, pero tenía que comerlo, luego la anfitriona coge un plato de rocoto y le ofrece al cura diciéndole.
Sírvase padrecito con confianza. El cura agarra una cucharada de esa sustancia verde y juá, lo mete a su boca, uff… vio a los mismos diablos, parecía que de su boca, nariz, y orejas salían ardientes y humeantes llamaradas de candela la que vio como el cura engulló toda una cucharada de ají, pensando que le gustaba volvió a ofrecerle. Sírvase con confianza, y el pobre por no ofender a esa humilde gente continuó rugiendo y lanzando candela como dragón en furia, hasta que termino el platillo de la confianza.
Al ver que había terminado toda la comida, le preguntaron si es que quería mas y como no hablaba bien el castellano, le pregunta al bromista del monaguillo ¿Cómo se dice ya no, suficiente, estoy lleno? El palomillo le dice: Otro poquito, gracias.
Así pues ante la insistencia de los anfitriones, dice otro poquito gracias, y  así lo tuvieron por tres veces hasta que ya no, pudiendo más y acordándose de todo el castellano que sabía dijo: otro poquito, ya me reviento.
Luego de la comida retiraron la mesa y pusieron la música, los huaynos, y marineras a la orden del día. Y una de las mozas del lugar despejado de la natural timidez le dice el gringo:
Bailemos padrecito… el cura se levanta y empieza a imitar los movimientos de la china María.
Su pañuelo padrecito. El cura saca con sus vasitos de chicha encima ya, no se acordaba de lo que había hecho antes, con el pañuelo y sacándole rápidamente volaron en distintas direcciones 23 presas de cuy que el gringo había escondido.
Así pues con la confianza (rocoto), otro `poquito, la chicha y la china María, al pobre cura no le quedaron ganas de salir por mucho tiempo.



6 comentarios: